Carnaval en Tándem

En Tándem nos gusta hacer a las cosas a nuestra manera, así que tuvimos carnaval justo cuando ya habían terminado de hecho las celebraciones en el resto del mundo. “Mira que igual cambiamos las tendencias en otros sitios y hacemos que hasta en Río de Janeiro lo retrasen una semana”, dijo David, con ese gesto adusto tan característico suyo, que le hace opaco y nunca sabes si habla en serio o en broma.  
Nuestro festejo fue, desde luego, más modesto en asistencia, duración y confeti que el carioca. Pero fue una tarde que se desarrolló con alegría, esa alegría un tanto serena que surge cuando se decide dar una tregua a las preocupaciones.  
Algún caballero amenazó con vestirse de bailarina brasileña, pero afortunadamente se echó para atrás en el último momento por el bien de nuestro bienestar ocular. Hubo refrescos, embutidos y patatas; música setentera que hizo que afloraran nostalgias; futbolín, juegos de cartas y, sobre todo, muchas risas.
Para los más tímidos no hubo conmiseración. Nuestras voluntarias más entusiastas, Esther y Casilda, vinieron pertrechadas de ceras de colores, y a los que no nos resistimos nos pintaron la cara, convirtiéndonos en piratas, superhéroes, mafiosos, … y una variedad infinita de personajes indescifrables que seguramente ni ellas sabían a quiénes pretendían semejar.  
Los dos representantes de las Islas Canarias, Israel y Luis Miguel, todo recuerdos, nos explicaron cómo son los carnavales allí. Esther quiso ser una vaquera del far west -su sombrero así lo atestiguaba-, el problema fue que un niño del colegio donde trabaja se había quedado con su  pistola de juguete. Toñi esto tal vez lo agradeció, ya que vino disfrazada de una Pocahontas sui generis
Como toda fiesta, tuvo su final, y a las siete de la tarde recogimos y en un periquete el local estaba limpio. Cuando nos despedimos todos, ya en la calle, nos sentimos un poco más cerca y un poco más cómplices unos de otros.
Y desde luego nos fuimos deseando que el próximo carnaval llegue pronto.    

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